Cuándo volverán los tiempos
en que las tormentas de tus fluidos
empapen mi promiscua cara;
cuándo volverán los tiempos
en que fijándome en tu mirada
mi semilla atraviesa ese vientre
nutriendo a tu morada;
cuándo volverán los tiempos
en que vamos al cine
reímos
y nos olvidamos de la pelea acordada;
cuándo volverán los tiempos
en que el miedo no reemplace al amor
y así podamos acurrucarnos,
los dos,
aliviando las heridas del mundo humano,
rezando a que nuestros dioses interiores
nos vuelvan eternos
y que lo nuestro, no,
nunca hubiera acabado.
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