
Él era todo un tirano enterrado en el sótano de mi casa, volviéndose el nuevo rey del lugar. Yo, mirando a las tinieblas de mi cuarto, me anegaba en pensamientos oprobiosos al escucharlo, sin entender palabra alguna de las que decía. Pero sabía bien lo que quería.
Lo que quería era sangre y muerte.
Alguna vez yo leí un relato, más relajado, ameno, de alguien como yo, con un giro tan espantoso como el que he sobrellevado; un dios oculto dentro de una figurilla que compré como una baratija del mercado conurbado. El que me la vendió no tenía cara de vendedor. El día en que la conseguí no había sido el mejor. Pero sí de mucho calor. Mucho.
Por la mañana estaba silente, y por la noche se dejaba oír a donde yo fuera, sin respetar mis idas al baño. Trataba yo de ser lo más ruidoso posible y…
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gracias por seguirme!!!!!!!
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¡Con gusto! ¡A ti también, gracias!
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