
Una sirena, mucho ruido. Mis labios temblaban, gotas saladas pasaban por mi piel trémula. Si los espacios de un lugar pudieran ser enemigos vivos, acechándote de esquina a esquina, buscando tus peores suertes, en esta Walkyria todo parecía hostil, augurando mortíferos presagios en un templete de acero y hierro con una luz rojiza de tonos oscuros.
Gemidos, gritos, alaridos, todas las bestias del infierno iban en nuestra contra y un demente nos bramaba incoherencias a través las bocinas de la nave.
—¡Han despertado al ruido! ¡El ruido de los dioses! Es la ira de la contra-materia, la suma de todo lo creado, enemiga de las ideas, del cosmos…
Maiden parecía un pastor apocalíptico, de esos que nunca pasan de moda y siempre meten miedos irracionales al subconsciente de sus domesticados feligreses. Una especie de materia invisible se podía respirar en el aire, era pesada e incongruente a nuestros pulmones…
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