
Yo no estuve de acuerdo en sacarlo de la cápsula, sin embargo, y a pesar de las protestas y mi cara larga, Elfdren sostuvo la iniciativa de que era necesario interrogarlo lo antes posible. Suspiré como era debido, todavía digno de mi loable intuición, y desactivé el módulo, no sin antes revisar cómo iban los parámetros: había un exceso de minerales que lo hubiera puesto en un coma inmediato… Pero después lo tuve ahí, en la camilla, sin querer acostarse. El capitán parecía meditabundo, mirándome, pasando la mano derecha por su cicatriz y luego a su cuello; de su cuello a su cicatriz; y así, de esta horrible manera que hasta a nosotros nos hipnotizaba. Cuando menos lo esperaba, me miró de nuevo y vomitó sobre mí, de lo cual no se disculpó; y, como si nada hubiera pasado, el capitán prefirió volver a regodearse con su herida histórica y…
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