Zafiros por piel; esmeraldas por bellos ojos, estábamos ambos, húmedos, en pastizales de jade, al aviso de un cielo lapislázuli, saboreando de los divinos placeres que algún día crearon universos enteros, mediante sueños carnales que por temor no hemos dejado de librar.
Así tuvimos milenios o centurias, olvidándonos de un ayer proscrito, de cuando creímos amarnos con nuestras infinitudes; pero en verdad todo fue falso sexo, que evita el recuerdo aquel donde nuestras existencias se traicionaron con la conjura e imaginación de escritores mortales; y ahora ellos mismos escriben sobre nosotros y de nuestro osado y eterno desamor entre dioses.
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