Intentó morigerar sus sentimientos en contra de su peor enemigo. Pero no pudo. Accionó el arma, iluminando con perversidad su impertérrita faz; y el otro, todavía sonriente, cayó fulminado sobre el irregular suelo. Así el héroe condenó a su historia y sus principios, borrando todo el bien hecho, volviendo al principio de todos los errores.