Cualquier título estuviera bien | Filosofía, Poema

A veces tengo que ver el mundo desde un microscopio,
o en un telescopio
o, puede que, tal vez,
desde un estetoscopio;

pero tengo miedo de lo diminuto que soy en el Todo,
como también tengo la intriga del Universo que soy
para una pequeña célula.

Puedo percibir la gloria de múltiples energías, pero,
¿qué soy en medio de ellas?
¿somos accidente?
¿somos incidente?
¿qué somos, pues, en estos inmortales «presentes»?

No sé si cuando respiro inhalo partículas de alma,
o tal vez fuego, aire, tierra y agua,
o, puede ser, a Dios.

¿Dios?

¿Dios es uno o es un todo o es alguien o es alguno?

¿Dios? Dios…

¿Con mayúscula o minúscula?

Dios… Dios, dios, Dios, díos Dios, dios Dios, Dio, dioss…

Yo siento —del verbo sentir— que algo me llama a nacer,
morir un poco, o envejecer, depende de la perspectiva,
para acabar una pieza del rompecabezas que es Todo.

Pero, ¿qué es «Todo»?

Sin embargo, lo pensamos y sentimos,
luego,
sí, solamente lo pensamos.

Qué preguntas tan profundamente triviales;
sí, ¿por qué no mejor pensar en el problema o virtud del «ocio»?
O, ¿por qué «género sexual»?
¿O cuál es el deseo más intenso del hombre?
¿O por qué el nihilismo es connotación de todoísmo?
¿Qué es qué cuando uno se pregunta «qué»?
¿Acaso la mente tiene las respuestas pero somos tan malos ingenieros para nuestro propio cuerpo?

Vaya, realmente nunca «nos» titulamos como ingenieros. Necesitamos conocernos más a nosotros mismos, ¿no? Tal vez, si sí, tal vez a Todo, pero, claro, también a uno mismo —en otras palabras más esotéricas, para problematizar esta equívoca ecuación: conocer al Uno.

Gracias.

No. Esto es para mi, no para ustedes.

Me voy a descansar.

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