La venganza letal, y absurda | Cuento (Fantasía)

Después de un largo viaje y maravillosas aventuras, llegó el duende Figburz al bosque, pero vio que sus verdes dominios fueron reemplazados por un gran palacio lleno de luz, grandes carteles con nombres extraños, muchos humanos cargando frágiles baúles y una puerta mágica que se abría automáticamente cuando alguien daba un paso próxima a ella.

Caminó hacia ese luminoso lugar, pero, inmediatamente, lo capturaron unos hombres de negro en carretas de hierro oscuro; él trató de zafarse con su exponencial agilidad, pero ya era tarde: con una vara mágica lo electrificaron y quedó inconsciente.

*

El duende Figburz escapó de sus raptores, volteó su cara iracunda hacia lo que era su prisión, arqueando las cejas y mostrando sus dientes enormes, amarillos.

—Los humanos me las pagarán: me llevaré todos los tréboles de tres hojas conmigo y les desordenaré sus casa para que entre ellos se peleen y, algún día, se destruyan entre ellos.

Y vaya que así fue.

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