Recuerdo que alguna vez fui maestro de español por una semana. ¿O fue un poco más? No, no creo, fue muy corto ese periodo. No obstante, a pesar de ciertos errores que cometí, me di cuenta que el aprendizaje siempre rondará por donde vayas, así que este simpático personaje —el Aprendizaje, con mayúscula— será tu más fiel acompañante, a veces este también se cambiará el nombre por el Sentido Común, con todo y apellido, o Consciencia, cuando se siente más empático.
Bueno, sinceramente, no fui tan buen profesor, hasta pudiera decir que cometí toda equivocación que un amateur le es posible incurrir. Sin embargo, aquí me redimiré aunque sea un cachito, y éste será aporándole a modo grosso ciertas normas de la ortografía que ustedes posiblemente ya no recuerden, siendo que éstas nos las inculcaron desde la educación más básica, cuando todavía nos comíamos los mocos o jugábamos con los trompos.
Comencemos.
Uno de los problemas más graves a la hora de expresarnos con la escritura es el uso de los acentos. Esos acentos. Endemoniados acentos. ¡Pues no! Son tan benditos que te salvan cuando tiener que ser conciso entre la diferenciación de palabras y expresiones, por eso es altamente recomendable que te enfoques, por lo menos, en identificar cada uno de éstos y después los utilices de modo automático y natural. De hecho así empecé yo.
“¿A poco son más de un tipo de acentos?”, sí, claro que sí, algunos están, otros no, luego depende del idioma estos variarán en sus formas simbólicas, una de esas la tiene nuestra señora ñ, la virgulilla (~), que la diferencía de la n, y también la diérecis (¨) que la encontramos con los lindos pingüinos. Sin embargo, la más utilizada es la tilde (´), esa que a veces la confundes con una manchita que no se borra porque, vaya, no lo es, es algo que debe de estar ahí porque la ortografía nos la dio, tal como Prometio nos aportó el fuego divino para seamos capaces de crear y discernir.
Discernir.
¿Discernir qué? Una novela está dividida en capítulos; el cuento es como si fuera un sólo capítulo; los poemas se seccionan en versos y estrofas; las oraciones entre palabras y puntuaciones; y las palabras entre letras y acentos; ¡oh, gloria! Esto es como si se tratara de un ser vivo, o de un amplio terreno (gramática) donde viven seres vivos pero cada uno de estos tienen sus normas (ortografía) específicas para diferenciarse entre sí. En pocas palabras, esto se trata de un cuerpo completo al que hay que construir con base en reglas bien fundamentadas que sirven para un expresión fática y asertiva, donde dejamos «el estilo», por lo pronto, a un lado.
Por eso hay que iniciar con lo más básico, donde volvemos con los acentos.
Bien.
Los tipos de acentos son 3: el ortográfico -el más común-, el diacrítico -tónicas y átonas- y el prosódico.
En el caso del acento ortográfico, éste es el que hemos conocido desde que aprendimos a leer, y esta es la tilde (´), en cual regresamos a ver, esa rayita inclinada hacia la derecha, la tilde, que irónicamente es átona, está llena de sabiduría que nos guía en la forma en que se acentúan las palabras.
En cambio, avanzando un poco con los de talles, el acento diacrítico es donde se dividen las palabras ente tónicas (se acentúan) y átonas (no se acentúan), de este modo hace que el lenguaje sea más flexible y móvil a la hora de expresarnos, sea este de modo oral o escrito.
Lo mismo ocurre con los elementos de la escritura, y uno esencial que le permite «movilidad» es el acento diacrítico. ¿Por qué «movilidad»? Porque gracias a este tipo de acento el mensaje no se queda «estancado», se evitan confusiones o malas interpretaciones en lo que se quiere transmitir y se consigue entablar una conversación.
A grandes rasgos, el acento ortográfico es el más común y conocido por todos: es la rayita oblicua [´] que indica la sílaba con tilde que debe ser pronunciada de una forma diferente a las otras sílabas. Por ejemplo: página, acción, fácil. El prosódico, en cambio, es el tipo de acento que no se marca con ninguna tilde, pero que sí indica dónde recae el acento en una palabra al pronunciarla: edificio —recae en la i—, reloj —recae en la o.
En esta categoría entran las palabras monosílabas, que por regla sabemos que no se tildan.
En cuanto al acento diacrítico —también llamado tilde diacrítica—, podríamos decir que es la clave que nos permite decodificar correctamente el sentido de lo que se expresa; es decir, este tipo de acento sirve para diferenciar aquellas palabras que se escriben de la misma forma, pero que tienen significados distintos.
• Pronombres demostrativos: se acentúan cuando sustituyen al nombre o cosa mencionada, pero cuando lo tienen inmediato no es necesario: Este periódico es de hoy; éste, de ayer. ―Eso, esto y aquello nunca se acentúan porque no tienen contraparte.
A partir de la nueva edición de la Ortografía de la lengua española se recomendó no acentuar los pronombres demostrativos —éste, ésta, aquél, ése, etcétera— ni tampoco el adverbio sólo. Sin embargo, no es una regla que deba utilizarse a fuerza sino a criterio de cada quien. Por ello, en Algarabía decidimos continuar utilizando el acento diacrítico en estos casos.
10 tips para hablar y escribir mejor
La Redacción
http://algarabia.com/lengua/10-tips-para-hablar-y-escribir-mejor/
¿Primer o primera? Depende de la preferencia de género de nuestro sustantivo, porque si es masculino, por supuesto que se debe decir —y escribir— primer, pero si es femenino, lo correcto es decir primera: «La primera revista se publicó en 2001» o «Mi primer danzón lo bailé con tu abuelo».
Conjugar el verbo venir es para algunos la cosa más compleja del mundo, porque si ayer Miguel se trasladó de allá hacia acá, algunos no saben si lo que se tiene que decir es: «Te lo di ayer que veniste» o «Te lo di ayer que viniste».
La solución: pronombre presente pretérito tú vienes viniste nosotros venimos vinimos.
Si lo que queremos es manifestar que Samuel llegó a la meta en el lugar número 17, ¿deberíamos decir que fue el decimoséptimo participante en cruzar la meta, o el diecisieteavo? Primero tendría que darse cuenta de que no está utilizando un número partitivo —que señala cada una de las partes en que está dividido un todo—, sino un ordinal —que señala el lugar que ocupa algo, ya sea por orden o sucesión—… Y todo resuelto.
Si hablamos de un grupo de personas, definitivamente decimos gente, pues por sí solito es un sustantivo colectivo que designa a un conjunto de seres humanos; y si vamos a hablar de muchos grupos de personas, entonces decimos gentes: «¡Cuánta gente vino a la inauguración!», o bien, «Vi a dos grupos de gentes venir de distintos lugares».
En Algarabía 11 decía así: «Imagine usted que una persona le rompe el hígado a otra a patadas y luego, como si esto no fuera suficiente, el victimario le “ofrece” sus disculpas por todas las ofensas recibidas». Ofrecer una disculpa es concederle al ofendido el privilegio de disculparle de sus ofensas, así que el perdón se pide, se ruega, se suplica… pero, definitivamente, nunca se ofrece.